El egoísmo no engendra equilibrio

ELECTROFORESIS


Por Gretel Franco

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Antes que la ley de Bienestar Animal fuese aprobada, un amigo dijo que al leerla solo pudo pensar en que: “quisiera que las poblaciones en riesgo fuesen consideradas animales. Así, muchas más personas pondrían su mirada (y esfuerzo) en lograr un cambio con sentido.

La ley de bienestar animal fue publicada hace cinco meses. Este decreto, en rasgos generales dicta que todos los animales a partir de la promulgación de esta ley, tendrán reconocimiento jurídico de “seres vivos sintientes”, contarán con protección contra el sufrimiento y dolor causados directa o indirectamente por los seres humanos. Además, en esta, se establecen las normas para la protección, y se enumeran los actos que son declarados de crueldad hacía los animales.

Las pautas que rigen el bienestar animal son: vivir libre de hambre, sed y de desnutrición; vivir libre de temor y angustia; libre de molestias físicas y térmicas e incomodidad; libre de dolor, lesión, enfermedad; y, libre de manifestar su comportamiento natural.

En el momento que mi amigo hizo el comentario, no sabía cómo reaccionar al respeto, debido a que, lo valoré de manera errónea. Lo creí en contra de la ley, por el hecho de ser los animales a quienes se les estaba favoreciendo. En cambio, ahora comprendo que él tenía razón, ya que no se protegen estas pautas ni para el bienestar humano.

El mayor problema de la sociedad, de la humanidad en sí, es el egoísmo. ¿Cómo queremos que se respete la vida y el derecho de ser de los animales, si no respetamos ni siquiera a los de nuestra misma especie?

La ley de Bienestar Animal es muy acertada, aunque no habría necesidad de ella si fuésemos más responsables con la naturaleza y en general, con lo que nos rodea. Por ello considera el Congreso de la Republica, en el decreto, “que la situación que enfrenta la sociedad guatemalteca ha alcanzado niveles críticos de violencia social y maltrato animal, obligan a tomar acciones inmediatas que garanticen el respeto y la dignidad de toda forma de vida.”

Se debe resaltar “toda forma de vida”, ya que aun teniendo muchos normativos, reglamentos y leyes, para defender el bienestar de las poblaciones y su entorno, un cúmulo de formas de vida siguen desprotegidas.

Tenemos que tener en claro que, todas las formas de vida que existen, tienen un propósito para el equilibrio de los ecosistemas y la subsistencia del planeta. Los organismos vegetales, son una de las “formas de vida” que más han sido agredidas, dañadas y destruidas.

Cientos de hectáreas de bosques han sido consumidos por las llamas en distintas partes del mundo, dejando como resultado, suelos infértiles y la destrucción de la capa de ozono. Y todo esto provocado por descuidos y malicia provenientes del ser humano. Como ejemplo pueden mencionarse los arrasadores incendios forestales que ocurrieron en Petén, en abril de este año. En el que una de las zonas más afectadas fue el protegido Parque Nacional Laguna del Tigre.

En dicho incendio, el Consejo Nacional de Áreas Protegidas no descartó que el fuego haya sido iniciado intencionalmente por pobladores. Además, la mayoría de casos de incendios forestales en Guatemala son provocados por agricultores, quienes queman el terreno para prepararlo para la siembra y estos se les salen de control.

Aunque existen leyes y organizaciones que “velan” por las “áreas protegidas” y el patrimonio natural, flora y fauna. No se cumple con un régimen que realmente cuide de estas “formas de vida”.

Dentro de varios entornos he podido ver cómo cientos de personas entran en áreas protegidas, pagando cinco quetzales al guardián –ya que, solo hay uno– y sacan cantidades impresionantes de leña. Entonces, ¿qué clase de áreas protegidas tenemos en Guatemala?

Por las calles, sin importar cuáles, en general se observa basura tirada, aun sabiendo lo mal que está la situación ambiental, se siguen viendo personas que sacan la mano por la ventana de su auto para dejar basura tirada en la calle, acción que afecta a personas, animales y al medio ambiente completo.

Es que, ¿acaso no se percatan que el mal que realizan, se lo están haciendo a sí mismos? Ya que, esa es la realidad, si dañamos nuestro planeta, estamos destruyendo nuestro propio hogar. El egoísmo que nos invade, nos hace ciegos y no es importante destruir algo, si con ello alcanzamos nuestros afanes.

Hasta que dejemos el egoísmo a un lado, y comencemos a velar por el bien común se podrán solucionar los males que aquejan nuestra colectividad. Con esto, no se hace referencia solo al malestar directo que padecen todas las “formas de vida”, ya que estos son solo el desencadenante de grandes problemas sociales.

Es tiempo de comenzar a cambiar, emprender con el respeto y amor a nosotros mismos, para poder brindar lo mejor a los demás, y así, formar una verdadera comunión y equilibrio entre “todas las formas de vida”.

La opinión expresada es responsabilidad de la autora.
El egoísmo no engendra equilibrio

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