¿Qué necesitan los niños?

EL FAROL

FullSizeRender


Por Carlos Marín

Como ya es una tradición, cada septiembre las calles se visten de azul y blanco; no faltan las cientos de antorchas y los desfiles que desde preprimaria hasta el diversificado circulan en el país.

Camino a mi trabajo veo a los pequeños alumnos de preprimaria y primaria de la escuela pública República de Brasil, ensayando y marchando acompañados de redoblantes bajo el ardiente sol de las mañanas, en las inmediaciones de la zona 4.

Cuando los veo pienso, pequeños infantes, pueden sufrir deshidratación, me imagino que a lo mejor un pan de manteca con café fue su desayuno y eso será suficiente alimento para una actividad física que demanda esfuerzo.

Tres momentos marcan la historia del desfile patrio. El primero se refiere a sus orígenes, a principios del siglo XX. Durante la dictadura de Manuel Estrada Cabrera se puso de moda el desfile, con el fin de conmemorar la gesta patria; desde entonces, estudiantes civiles elegantemente uniformados y acompañados de marchas de guerra fueron la atracción en el día de la Independencia.

El segundo momento ocurrió durante el Gobierno del general Efraín Ríos Montt cuando cientos de soldados entrenaron a los estudiantes de colegios, principalmente católicos, para el desfile; en 1983, todos los establecimientos educativos participaron en el desfile del 15 de septiembre. Fue la máxima expresión militarista de ese entonces.

El tercer momento es cuando en 1997, durante el gobierno de Álvaro Arzú, queda prohibida esta celebración. Arabella Castro, en ese entonces Ministra de Educación, decidió suprimir la marcha militar por los acuerdos de paz.

¿Cuáles son los beneficios educativos y formativos que les dejan estas actividades? y peor aún, ¿Valdrá la pena perder esas horas considerando el breve período de clases y los varios días perdidos de los 180 que dura el ciclo escolar.

Vienen a mi mente los momentos donde fui parte de estos desfiles, al estudiar en colegio católico era parte de la formación que ofrecían y una obligación participar en él. Me auto analizo y no puedo dejar de preguntar ¿Qué me dejo?, nada; estos niños y los demás que ensayaron en toda la capital, perdieron tiempo de estudio, tal vez los padres hicieron gastos innecesarios para el atuendo para el evento y los riesgos que corrieron en su salud. Para luego no poder salir a las calles porque el Presidente cancela el desfile y la inversión en tiempo y dinero se fueron por un tubo.

En el libro Formación Cívica y Ética de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), refiere que Formación Cívica y Ética es el conjunto de principios que rigen la conducta humana, con la cual el ser humano adquiere su identidad y su propia dimensión social. La formación cívica y ética nos sirve para crear nuevos valores sociales y humanos.

¿Qué pasaría si en lugar de ensayar para desfilar, lo hicieran para demostrar sus talentos? ¿Cómo sería si hubiera una actividad que englobara a todo el país y que los niños pudieran expresarse en música, canto, actuación, declamación y actividades deportivas? Acaso no sería fomentar en ellos el amor al prójimo y los valores si les llevaran a sembrar árboles o a servir a ancianos y enfermos.

¿Utopía? Puede ser; pero en esta Guatemala de tantos cambios, la educación en valores sería un buen inicio.

¿Qué necesitan los niños?

Deja un comentario